MUSIC

ALBUM REVIEW: «MUSIC»


Puntuación: 4 de 5.
12 OCTUBRE 2000
por Barry Walters

Justo cuando colocamos a Madonna en otra caja, una etiquetada como «Mamá famosa introspectiva que ya no quiere ser un ícono pero no puede evitarlo», la mujer de cuarenta y dos años vuelve a ser la chica del placer en el punk, pista de baile funk, de fiesta con los break dancers, los queers, los adictos y los insomnes. Han pasado dieciocho años aturdidos desde que Madonna lanzó «Everybody»; con «Music», el tema principal de su decimotercer álbum, recuerda esa era de principios de los ochenta, cuando los únicos fanáticos que podían programar ritmos electro para la calle eran los alemanes, los chicos B o casi travestis. “La música hace que la gente se una”, grita, como si su vida y la nuestra todavía dependieran de ello.

A diferencia de los paisajes prístinos del oído interno de «Ray of Light», la música es sucia, casualmente urgente, como si Madonna entrara al estudio, se subiera al micrófono y dejara que las máquinas golpearan. Fíjate en la improvisación y tonta oleada de «Impressive Instant», que primero ruge como un cohete de roca, luego ronronea mientras una Sra. Ciccone retocada digitalmente chilla: «Me gusta cantar, cantar, cantar, como un pájaro en un ala».

«Music» encarna ese momento en el que el destino nos lanza a lo desconocido. Pensaste que Madonna era calculadora, pero aquí nunca ha sido más instintiva. «Este tipo estaba destinado a mí», reza en la balada «I Deserve It», bajando la guardia, interpretando claramente a Guy Ritchie, el padre de su recién nacido. Ella no está pintando un romance de cuento de hadas: «Amazing» palpita con apasionada ambivalencia, mientras que «Nobody’s Perfect» admite y encarna audiblemente grandes cagadas. Pero ella todavía está dedicada al amor.

La música hace todo esto con los sonidos más radicales de Madonna hasta el momento. William Orbit hace que «Amazing» esté a la altura de su título al conjurar un giro aún más descarado en el gorgoteo de «Beautiful Stranger». Y los seis cortes coproducidos con el bicho raro de los sintetizadores francés Mirwais hacen referencia locamente al pasado mientras logran un pop futurista e íntimo. Su voz de micrófono cercano, grabada con un mínimo de dulzor, abandona sus óperas recientes de «Evita» por un grito espontáneo que regresa a sus inicios de club. «What It Feels Like for a Girl» lo remata con un himno feminista que es musicalmente suave y lírico. «Cuando te esfuerzas por dar lo mejor de ti», canturrea como la voz de la autoridad social, «¿podrías ser un poco menos?» La incapacidad para hacer precisamente eso es lo que la hace importar una vez más; aún hay más en Madonna.


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